Yo no dejaba de repetirme.. ¿Donde estaba aquel uno de Enero del 94? ¿Dónde ha quedado aquel sueño? No quería repetirmelo a mi mismo demasiado, pero lo hice. Y la música se fundía en la voz lejana de aquel hombre que soñaba para vivir. Hermanos, nosotras, nosotros, nacimos de la noche. En ella morimos, viviremos en ella. ¿Se había convertido aquel sueño en otra triste promesa no cumplida? No podía ser. De pronto recordé. ¿Si Marcos abandona, si arde La Candona, quién será nuestro dueño? Nunca supe responder a esa pregunta. Decía la misma canción que Si no vemos mas allá del horizonte estaremos perdidos, y quizás debamos aprender. Al fin y al cabo, ahora que las lumbres de la esperanza brillan con más fuerza, cuando la dignidad flora en las calles ¿Por qué no íbamos a poder hacer de este año un año especial?
El 15M fue, sin duda alguna, la primera lección que supimos aprender de aquel uno de enero. Una lección sencilla: Nuestra lucha es por la vida y el mal gobierno ofrece muerte como futuro. Techo Tierra, Pan, Trabajo, Salud, Educación, Independencia, Democracia, Libertad, Justicia y Paz. Estas fueron las demandas en la larga noche de los 500 años. Estas son, hoy, nuestras exigencias. La plaza del sol se hizo La Candona para gritar el mas bello de los sueños. La lucha por un mundo donde quepan muchos mundos. Aquel 1 de Enero fue la chispa en la noche de unos años de rumbo perdido para la lucha de los pueblos del mundo por su dignidad. La tenue luz que nos recordó que el sol jamás saldrá sino vencemos a la noche. Nos dijo en Madrid y en Chiapas: Recordad. La Patria ha de tener memoria. Recordad. No dejéis a la memoria morir; porque un pueblo sin memoria es un pueblo condenado a repetir los mismos errores que cometió en su pasado. Y así lo hicimos; nos costó, pero salimos a la calle y pusimos sobre la mesa el recuerdo.
Pero si hay algo que celebrar el 1 de Enero es que seguimos caminando. Marcos no se puede ir porque vive en nuestros corazones. Vive en los barrios de Caracas, en las fabelas de Rio, vive en los bloques de Vallecas y en las calles de Donetsk. Y no, no avanzamos despacio, es que vamos muy lejos. Hoy son muchos los pueblos del mundo que en miles de lenguas, acentos que demuestran que el soplido de los poderosos hizo de nuestra luz un mar de luces, millones los hombres y las mujeres que buscan un mundo mejor que ya no es posible sino necesario.
Para el poderoso nuestro silencio fue su deseo. Callando nos moríamos, sin palabra no existíamos; pero los pueblos del sur de Europa se han cansado de guardar silencio ante la injusticia.